Y a su vez la ciencia
psicológica desde hace tiempo, reconoce importantes hallazgos que contribuyen
al desarrollo conjunto de la persona y su evolución, con la participación e interacción
de los otros componentes del ser.
Favorece la conexión de la pareja,
incrementando el amor, y es evidente que al realizar esos encuentros íntimos,
se estimula el deseo y se vuelve más frecuente la necesidad de mantenerlas; las
personas se sienten más queridas y valoradas; ayuda a solucionar problemas ya
que los sujetos se vuelven más creativos, amplían sus horizontes y sus vidas no
permanecen restringidas a una visión en túnel, volviéndose menos rígidos,
perfeccionistas y obsesivos.
A su vez, mejora los estados depresivos y para los
que sufren estrés, el mantener relaciones sexuales con cierta frecuencia les
libera de tensión y duermen mejor.
Incrementa la capacidad de atención y concentración.
Potencia
la capacidad de aprendizaje.
Disminuye la ansiedad y genera una mayor
estabilidad emocional.
Favorece el desarrollo de la autoestima y consigue mejorar
la imagen corporal.
Estimula el desarrollo de sentimientos que fortalecen
la unión y satisfacciones en la pareja.
En cambio, existen muchas
probabilidades de que las personas que viven en pareja y pasan de las
relaciones, tienen problemas. Por el estrés, ansiedad, depresión, fobias,
inhibiciones, etc...
En alguna parte de ellos se están anulando la vida, y
lo peor, repercutiendo esa problemática sobre su pareja.
En estos casos
disfuncionales, no tienen que seguir pautas externas a priori, más bien
personalizando y gradualmente, llegar a acuerdos para mejorar su
intimidad.
Cuando deciden avanzar en la comunicación general, también mejoran en sus relaciones sexuales.