Alude a los componentes humanos que permiten disfrutar, compartir, enseñar y crecer en los factores implicados en la sexualidad; es la capacidad y potencial sexual disponiendo de actitudes en ese campo.
En conjunto facilita a la persona que la posee una fructífera vida de relaciones en todos los aspectos personales, de pareja y sociales.
Goleman escribió hace años sobre la inteligencia emocional y la sexual.
Recientemente otros psicólogos, Shere Conrad y Michael Milburn, ampliaron y desarrollaron esos aspectos de las personas.
La sexual abarca los diferentes tipos de inteligencias, como la espiritual, la intrapersonal, la interpersonal o relacional, la emocional, la psicomotriz, la sensorial, la espacial, la verbal, la creativa.
Y precisamente todo esto se puede aprender y cuando uno pone intención con esfuerzo y dedicación, a la larga mejora a todos los niveles.
Según investigadores del Instituto Mexicano de Sexología (IMESEX), afirman que “si tienes una inteligencia sexual alta existen mayores posibilidades de evitar enfermedades de transmisión sexual o el mismo cáncer; ser sometido a actividades que te violenten y tener embarazos no planeados”, explica Paulina Millán, especialista del Imesex.
Así mismo los investigadores definieron a la inteligencia sexual como la capacidad que posee o desarrolla una persona de ejercer su vida sexual en función de su nivel de conocimientos sobre el tema; del reconocimiento y expresión de sus propios límites, deseos, sentimientos y necesidades; y de los demás.
Desde el punto de vista espiritual la sexualidad contempla la unión de dos personas en cuerpo y alma que les une en una intimidad donde interactúan dos historias con sus diferentes experiencias vividas, sus personalidades, sus aprendizajes, expectativas, su presente, sus horizontes, y todo ello combinado no solo para el placer de conseguir el orgasmo sino para sentirse a la vez uno solo y en compañía, a la vez compartiendo y sintiéndose entendido y querido por el otro ser.
Desde una perspectiva global, las personas con mayor potencial sexual, tendrán más facilidades para conseguir una sexualidad plena y hacer disfrutar a la pareja en unas experiencias altamente integradoras y satisfactorias.
En cambio personas limitadas en este aspecto solo pueden contribuir a su vida y a la de la pareja con unas relaciones tristes y pobres en toda la multiplicidad de aspectos mencionados anteriormente y que la sexualidad conlleva.
Cuando las personas no le dan el sufieciente valor y no están dispuestas a aprender, perjudican considerablemente a la pareja y la imponen y condenan a unas carencias que en realidad se pueden mejorar y multiplicar.
De ahí que cuando existen separaciones y parejas llegan al fracaso, existen múltiples probabilidades que ello se deba a una historia, en función de cada caso, de no saber y no querer aprender, y en su deseo de “no evolución”, el otro miembro de la pareja ha decidido no compartirlo y de ahí que tantas veces la separación es la solución en parejas donde “uno no quiere decir sí a la vida y el otro no desea abrazar la muerte”.
Cuando hay amor existen deseos de compartir y desarrollar esta dimensión, como se observa en parejas que han decidido a asistir a terapia psicológica para evolucionar.
Observan y aprenden viendo otras parejas, experimentan nuevas maneras, amplían imaginativamente otros sentidos, exploran nuevos territorios, emociones y sensaciones, aprenden técnicas y tienen el interés y la fuerza del amor transformador.
Y no precisamente para compartir un orgasmo solamente, sino para llegar ambos a un paraíso común que habita en sus sueños, transportando al otro a las satisfacciones del alma donde los sentidos del espíritu se satisfacen por la armonía, convergencia, complementariedad y sintonía de dos seres que se aman.