Y además
este tipo de inteligencia se nutre de factores como esfuerzo, sabiduría y en
consecuencia, suerte.
Ya que las
personas con sabiduría son inteligentes y conocen que la perseverancia y el
esfuerzo les llevan a experimentar para ir delimitando sus objetivos.
Sabrán
estudiar la realidad del contexto para evaluar si el negocio es rentable, se prepararán para adquirir los
conocimientos específicos de su empresa, irán desarrollando su poder de
gestión, y ser ávidos descubridores de
las oportunidades de su entorno.
Y lo más importante, capacidad para experimentar
y practicar como resultado del conjunto de su personalidad. Y así probando se
desarrolla la experiencia para tomar decisiones y afinando en los objetivos.
Observando, escuchando, aprendiendo, experimentando, decidiendo y probando. A
la vez todo es estudiado y aplicado.
Con lo cual, ser emprendedor no implica
lanzarse, es un proceso de aprender y seguir con todos los sentidos, en un
ejercicio de interrogar, escuchar, responder y cuando hace falta desconectar
para observar los negocios en la distancia y así volver a experimentar.
Entonces
la inteligencia emprendedora, implica el potencial de la propia dinámica que va
desarrollando al emprendedor, es la carrera de fondo la que le otorga esa
habilidad.
Y estas dimensiones acompañadas de su inteligencia intuitiva,
materializando la propia visión, con decisión y certezas.
Y a estos niveles el
miedo le sobra, ya que el recorrido hasta aquí, es la ley de la vida: aprender,
practicar, analizar resultados, eliminar errores, modificar lo necesario, y
volver a experimentarlo y practicar.