A lo largo de la historia se ha venido demostrando
que la correspondencia entre la forma de pensar y los efectos para las vidas,
es más fuerte de lo que muchos creen.
En el tratamiento de la obesidad, lo
primero es acudir a la medicina para que los doctores exploren al sujeto y
determinen si existen enfermedades.
Después, entrando en los factores
personales del enfermo, el modo de ser influye a todos los niveles, familia,
relaciones, trabajo, ocio y especialmente a nivel de su fisiología, su cuerpo.
Aunque se sabe que cada sujeto es único e irrepetible, los estudios e
investigaciones de psicología y psicopatología, sí nos aportan algunos aspectos
comunes que pueden compartir las personas con esta enfermedad.
En general
y salvando excepciones, en la obesidad, existen unos sentimientos y
emociones comunes. Pueden tener un perfil muy sensible, siendo muy sutiles en
las percepciones y con pocas defensas y fortaleza del "yo" para
neutralizar esos efectos, consecuencia de la escasa autoestima y confianza en
sí mismos.
Es frecuente que predominen en ellos emociones como rabia, cólera y
frustración llevándoles a comer de forma impulsiva para aplacar esa ansiedad,
hábitos que probablemente arrastren desde la infancia, o en otras ocasiones,
surjan con problemas que les desborden.
Han sentido la falta de amor y buscan
protección mediante la comida. Todo esto se esconde bajo una coraza de miedo,
de inseguridad de no ser queridos.
Comen de forma descontrolada para compensar
esa agresividad que les produce la rabia y cólera reprimida, y que puede
activarse en cualquier situación.
Con la ingesta de hidratos de carbono y
grasas, les llegan abundantes calorías, y se convierten para ellos en
ansiolíticos. Una tranquilización momentánea convertida en trampa.
A
continuación comienzan las culpas y se vuelven a sentir angustiados, y buscan
aplacar ese malestar comiendo. Es un círculo del que les cuesta salir...(SIGUE...)