Un gran problema actual.
El exigir a los niños tanta urgencia y rapidez, les desequilibra de su bienestar natural y les produce importantes alteraciones.
Es un factor que contribuye a disfunciones en la atención y en su mundo emocional.
Los pequeños tienen su ritmo más lento, están desarrollando sus funciones cerebrales y sus procesos cognitivos están sin una mínima consolidación.
Cuando los adultos les van solicitando actividades de forma urgente, los niños se agobian mucho.
Un adulto ya tiene las rutinas establecidas y para cualquier tarea o actividad, tienen unos hábitos y patrón que les funciona prácticamente de forma automática, les es fácil y sencillo.
Por ello es un atropello meterle tantas prisas al niñ@ para todo, cuando aún está configurando sus pautas, hábitos y desarrollando su sensible psicología...
Les conviene a los padres diseñar un modo de vida, que les permita una interacción con sus hijos más relajada, respetando el ritmo de los pequeñ@s.
En realidad esto es amor ..., es querer y permitir que el hijo tenga sus tiempos y su espacio para ser persona y conseguir un crecimiento saludable...