ENTRENAMIENTO EN TÉCNICAS PARA MEJORAR LA COMUNICACIÓN DE PAREJA Y LAS
RELACIONES AFECTIVAS Y AMOROSAS EN PERSONAS MAYORES
En general puede decirse
que la relación con uno mismo, con el “sí mismo”, es fundamental para el
equilibrio en la vida. Y como es obvio, al tener que compartir en una relación
de pareja y con los demás, todo lo que uno sea, lo lleva a la pareja. Cuando
una persona tiene conflictos, dificultades y desequilibrios en lo referente a
ella misma, uno puede suponerse fácilmente que las relaciones con los demás
serán mucho más conflictivas y problemáticas.
Véase alguien que padece de cambios muy marcados en el estado de ánimo, sufre impulsividad y agresividad descontrolada, es dominante, perfeccionista, muy autocrítico, escasamente flexible, con nula autoestima, inseguro, rencoroso, vengativo, narcisista, dogmático, y otras dificultades por el estilo, es muy difícil, por no decir imposible que no proyecte esos múltiples conflictos a la pareja. O una personalidad depresiva que en su autodestructividad se carga todo lo que hay a su paso: trabajo, empresa, familia. O la personalidad fóbica que siembra ansiedad por donde va.
Podría decir: “tranquilos, que todos tenemos
defectos”, aunque afortunadamente “no todos tenemos todos”. Pero no es así, me doy
cuenta de que sí, de que algunas personas tienen toda la enumeración anterior y
otros más, y por supuesto echan la culpa de la situación a la pareja (ese puede
ser el perfil del acosador psicológico).
Si es una realidad que: “no se puede dar lo que uno
no tiene”, imposible pues llevar paz, armonía y constructividad a una relación
cuando no se tiene ni para “sí”. Además por si fuera poco, y siendo lo más
probable que se aporten a la nueva pareja todas las dificultades que uno lleva
consigo, aún hay más. Como por ejemplo entre ellas están también otros aspectos
de la vida previa al encuentro con el otro. Unas veces la gente se maneja en la
pareja presente con los esquemas o contra-esquemas que aprendió con sus
progenitores. O busca en la pareja aspectos de su padre, o de la madre. O
aspectos de uno mismo que le gustaría tener y no tiene. Y en otras ocasiones,
también lleva a la pareja los problemas que hubo con parejas previas y que
están sin resolver.
Por si ello fuera poco, en muchas ocasiones la gente
ve en el otro lo que imagina que el otro es, lo que proyecta en él, lo que
quiere que el otro sea, o no sea, ó cómo le gustaría que fuera. En fin, sus
propias expectativas y deseos, aspecto este que impide ver cómo el otro en
realidad es. Y una vez que un miembro de la pareja se atreve a ver al otro tal
cual es, entonces aclararse si ahora le gusta. Igual ahora ya no. Y es lo que
no se quiere aceptar y se le empieza a exigir que cambie.
Para empezar pues, está claro, que las relaciones de
pareja saludables comienzan con la evolución y equilibrio del “sí mismo”. Y lo
que ya comporta mayores grados de complejidad en la relación es precisamente el
no saber ni cómo uno es, ni qué le ocurre, ni realmente qué quiere.
Todo lo anterior pone en evidencia una contundente
realidad, guste o no, y es que toda nuestra interacción es una continuación de
lo que uno mismo es. Y por supuesto también en cualquier momento en que se
manifiesten las dificultades de la pareja (Goleman, D. 2006).
Por donde conviene empezar en problemas de este tipo, para trabajar en la solución, primero se necesita comprender lo que es un “sistema”, ya que estamos en un sistema de relaciones; a continuación entender y asimilar qué son los “procesos de vida” (hay personas que como están acostumbrados en su vida a apretar el botón de “on”, o “power” o las teclas o el ratón, y ya tienen lo que querían –o creían que querían-, se piensan que en las relaciones también debería se así; pues no, parece que al tocar el tema relaciones existen otras estrategias de funcionamiento, digamos que los modos de tratar, acercarse y organizar las relaciones implican múltiples factores interactuando simultáneamente y cambiando siempre conforme se relacionan con el contexto vital).
A partir de ahí y como sugerencia, se puede trabajar con aspectos como: hacerse a uno mismo las siguientes preguntas: ¿cómo estoy contribuyendo yo a este problema? y ¿Qué puedo hacer para mejorarlo? Puesto que estirar el dedo acusador y decir: “la culpa de todo la tienes tu”, queda un poco simplista y porqué no decirlo, narcisista, o sea: “yo soy perfecto” y tu eres el problema. O también puede darse el caso de la gente que quiere que el otro cambie “a su manera”, “a la carta”; como si las personas tuviéramos que ser a la medida de otro (recuerdo algunos casos en los que el hombre o la mujer, habían cambiado a la manera como el otro quería, todo por salvar la relación, y cuando llega a ese punto, al otro ya no le gusta. ¿Porque quién ha dicho que cuando alguien quiere que el otro cambie, en realidad sepa lo que quiere?, quizás ahora que el otro consiguió cambiar algo, ya no es el momento para el que quería el cambio, ya no le interesa). Es complicado que llegue ese momento: “pues tal como es, no me gusta”. Vale, quizás al otro no le motivas tanto como para que satisfaga tus deseos: ¿y porqué tengo yo que cambiar? ¿ y para quién tengo yo que cambiar?. Así que tú tampoco le gustas. Vaya pues una pareja como tantas que se montaron, sobre suposiciones. Y cuando uno deja de suponer sobre el otro, se da cuenta de que no se gustan, ni se aman. No hay pareja.
Estas facetas de la vida que conllevan para los que lo experimentan sufrimientos múltiples, y de las que vengo siendo testigo desde hace unos veinte años en mi consulta, descubren ante mí los avatares del amor y las relaciones. Y entre tantas otras conclusiones que uno va aprendiendo y sabiendo por supuesto que no valen para todos, ni para siempre, si hay una que es segura. Todo lo que uno haga por crecer y evolucionar en su sí mismo, lo llevará siempre consigo. Al menos se logra algo: “el que tiene, sí puede dar”. Bien sea para aplicar en la pareja presente, o quién sabe, en las sucesivas, pero al menos hay algo seguro.
Otras claves que contribuyen a que las parejas se mantengan y lleguen a “mayores”, es conocer y aplicar el baile en la pareja: “yo” “nosotros”. Ahora en las relaciones, la mujer valora mucho que se respete su independencia social (Cyrulnik, B. 2007); antes el amor era la fusión, la dependencia.
Otro factor que contribuye es el respeto a las
diferencias individuales, además del perdón, el agradecimiento, permitir que
cada uno en la relación crezca. Pero esto no vale para todos. Hay parejas
estables por la complementariedad en los caracteres y otras veces es por las
similitudes. Y también es una realidad que no todas las personas quieren, o no
tienen el deseo de seguir siempre juntos, hay que respetar todas las opciones.
Al menos cuando uno trabaja para ampliar sus esquemas mentales, está más
abierto a múltiples posibilidades. Y en esta era de globalización es necesario.
La tribu pasó a la historia.
Con
estas premisas mencionadas de evolución personal previa, parece más fácil
aprender y desarrollarse en los aspectos siguientes.(CONTINUARÁ).