viernes, 14 de diciembre de 2012

AMOR- ODIO




En algunos tipos de personas el enamoramiento implica un espacio temporal, un proceso en el que surgen sentimientos de admiración hacia una persona, sintiéndose a la vez uno especial. 

En esta fase se suelen exagerar las cualidades del otro poniéndolo en un pedestal, proyectando una serie de cualidades de esa persona y amando esas cualidades. Con frecuencia la otra persona al fin no posee tales valores sino que han sido elaborados y creídos en la mente del otro. 

Y este es un horizonte muy propicio para las decepciones, enfadándose con la pareja por no ser como uno creía que era. Aquí la reflexión va en la línea de irritarse uno con sus elucubraciones mentales, obsesiones que él mismo ha recreado en su pensar. 

Si bien cuando un amor se extingue no tiene por qué ser convertido en odio, si es cierto que la decepción de lo que no fue lleve a la impotencia, la rabia, el resentimiento, el odio. Y así las relaciones se convierten en un infierno. 

Hay personas con perfiles en los que simultáneamente se dan emociones contrarias al mismo tiempo y personas, situaciones y objetos les hacen sentir una ambivalencia desde el inicio. La misma persona de la que se enamoran provoca en ellos tantos sentimientos y emociones de deseo, placer, admiración como de rencor, aversión y repulsión. 

Y en entre estas tendencias opuestas se les hace muy difícil construir  una pareja pacífica. En otras ocasiones el amor se va configurando de idas y venidas, épocas fantásticas se alternan con épocas de bajones, discusiones y conflictos. 

Bajo estas perspectivas de sentires encontrados la sexualidad y relaciones íntimas tiene importantes ingredientes sado-masoquistas, se empiezan a teñir de deseo destructivo, y a la vez agresividad y rabia llevan al éxtasis autosatisfactorio, no se ama a la otra persona se la utiliza para llegar al orgasmo y por su parte la persona masoca tiene la rara satisfacción de que aunque sea con violencia, es necesitada y  también por ello siente placer, percibe que es amada de una forma medio cruel pero para ella tiene un punto de atracción que le engancha. 

A veces estas relaciones poseen en sus componentes más intrínsecos, el amarre por las culpas, como dice Jesper Juul (2010), en su libro “Su hijo, una persona competente”: 

“Es un hecho triste que cuanto más se viola la integridad de una persona, más tiende ésta a cooperar y someterse a la persona responsable de la violación. Este fenómeno se observa tanto en niños como en mujeres que conviven con un compañero violento. Los profesionales que trabajan con víctimas de malos tratos han observado que existe una relación entre el nivel de violencia y el sentimiento de culpa. El objetivo de los malos tratos es destruir la integridad de la víctima hasta dejarla al borde de la muerte. Desde el punto de vista del maltratador, el maltrato es más efectivo cuando la víctima se siente completamente avergonzada de lo que ha pasado”. … 

Y tales manipulaciones están con frecuencia disfrazadas de peticiones de auxilio, ya que como es sabido:

“las víctimas tienen un gran sentimiento de lealtad hacia sus maltratadores que relacionado con las culpas les lleva a sentir la necesidad de ayudarlos incluso aunque sepan de antemano que pueden ser agredidos de nuevo”. 

Así la vida demuestra que en muchas ocasiones es preciso desarrollar la autoestima, superar las culpas y así encaminarse hacia un recorrido de placer y felicidad, superando todos los deseos de castigo que siempre conlleva la culpa. 

Las culpas siempre piden castigo y así en ese bucle la persona siempre permanecerá atada . Para las personas la ambivalencia amorosa puede convertirse en síntoma y ello ya es enfermedad mental. 

El orgasmo también es subjetivo, como los otros componentes del ser, y nadie le puede imponer a uno como sentirlo, pero la adicción a lo destructivo puede llevar a problemas mentales muy graves ya que se está imponiendo a la sensibilidad interior, sobrepasar los límites del dolor. Y esa disonancia cognitiva está sometiendo a la persona a su propia ruptura psíquica.