viernes, 14 de diciembre de 2012

EL ROL DE VÍCTIMA



Si hay alguna condición paralizante y bloqueadora en la vida, es el sentirse uno víctima. Refugiarse en ese papel que probablemente dio resultados en algún momento, precisamente al ir creciendo, lo va encorsetando y atando, cayendo al fin en las propias redes. La mayoría de las veces, de forma inconsciente, vive sintiendo un menoscabo por parte de los demás, y responsabilizando de ello al entorno, “son otros los que deben solucionar su situación” parece en estos casos un pensamiento predominante. 

En su dinámica de vida se desenvuelven como si culparan de su estado a los demás, familia, contexto laboral, al mundo y a la vida. Tienen un negativismo exagerado, magnificando cualquier detalle; critica todo y a todos, como si el mundo tuviera que estar hecho a su medida; en su forma de hablar se expresa con quejas y sufrimiento (no dice lo que quiere), parece que fuerzan a los demás a sentirse culpables de su desgraciada situación y sus quejas tienen que ser atendidas ya, son hábiles manipulando los sentimientos de los interlocutores, y procuran estimular su compasión; así la persona que escucha a la víctima tiene que dejar en parte de vivir, negar sus deseos y sus necesidades para intentar solucionar el dolor aparente y/o real de la víctima. Con lo cual demuestra que en múltiples ocasiones las personas que viven el rol de víctimas se convierten en vampiros de la energía de los demás. 

De una forma inconsciente y/o consciente les interesa ser el centro, anhelan la atención de los demás agravando sus problemas e intentando preocupar a los otros, y curiosamente nunca escuchan las sugerencias para mejorar su situación o para solucionar la cuestión de la que se están quejando. Esto es una buena pista para el interlocutor, el saber que las propuestas no le sirven y no toma iniciativas, y así una y otra vez; lo cual le pone en evidencia al otro que no tiene interés ni motivación para salir de su estado. Este factor clave de su personalidad, su pasividad, implica eso, siempre quejándose y nunca actuando y haciendo algo para cambiar su realidad. Bajo esta coraza hay una persona muy dominante, aplica la táctica de imponer a los demás sus desgracias y estos si entran en el juego quedan atrapados pues al haber estimulado su compasión se sienten obligados a liberarlo de su sufrimiento, a contribuir a solucionar sus problemas. Aspecto este que en el fondo la persona víctima no desea pues prefiere un camino de perpetuidad. Así consigue seguir siendo el centro de atenciones y continuar imponiendo su desgracia. Es probable que a las personas del entorno les convenga distanciarse emocionalmente y/o apartarse, de lo contrario pueden acabar siendo esclavos de la víctima que juega con ellos emocionalmente y al hacerlos sentir culpables les fuerzan a cuidarles; por ello, existen probabilidades de que desarrollen una depresión. 

Para este problema psicológico del victimismo, el acudir al psicólogo supondría una evolución y crecimiento que rompiera sus propias cadenas. Ayudarles para que aprendan a tomar el control de su vida, que desarrollen su iniciativa, su independencia y autonomía. Que den un paso adelante y que entiendan que los demás también tienen sus vidas con sus alegrías y sus tristezas y que trabajan para mejorarla. Que aprendan que es más fácil cambiar uno mismo que cambiar al mundo; que su camino de quejas y victimismo les hace vivir en una dependencia sin horizonte y a merced de los momentos y estados que los demás tengan, pues aún con buena voluntad, la gente también tiene que solucionar sus problemas y obligaciones; y sobre todo que asimilen que el ser humano posee en sí mismo un protagonismo por ser persona que conlleva una responsabilidad de decisiones sucesivas, unas más acertadas y otras en las que se equivoca y rectifica, siendo esta también una manera de constatar su autonomía e independencia.  En todo caso una vía más constructiva y satisfactoria.