Se aplica este nombre a las personas que habiendo crecido, desean e intentan permanecer y seguir siendo como niños. No puede afirmarse esto de todo el conjunto de su persona, pero en múltiples aspectos, sí.
Suelen predominar en su carácter componentes de irresponsabilidad, es decir, no se atienen a las consecuencias de sus comportamientos. Prefieren no comprometerse en nada. Se portan manipulando para conseguir sus caprichos.
A veces se enfadan y se obcecan volviéndose rebeldes y con frecuencia los enfados por su frustración, les hace sentir coléricos, no importándoles saltarse las normas, y con un cierto narcisismo creerse que el mundo está mal, y ellos están en lo correcto.
Por su baja tolerancia a la frustración, cualquier contrariedad puede suponerles un choque, se salen de sus casillas, enfadándose y generando enfados con sensación de impotencia, rabia, ira y frustración. Lo cual desestabiliza las relaciones en las que esté viviendo, amigos, pareja, familia, trabajo.
Tienden a creerse los eternos jovencitos y su actitud es negar el envejecimiento, que les asusta y mucho puesto que su "yo" lo han internalizado con una permanencia en su estado de la infancia.
En el fondo son personas muy temerosas, con miedo a estar solos, no soportan su soledad. Son gente insegura y con falta de confianza en sí mismos.
A veces son personas a las que se les exigió mucha responsabilidad desde pequeños y tuvieron que realizar trabajos, muchas exigencias y/o actividades que por sentido común no les correspondían.
Otras veces los factores causales se relacionan con niños que vivieron muchos mimos, en familias donde se les fue consintiendo todo y les reían las gracias, sin pedirles mucho a cambio. No fueron educados con responsabilidad.
En otras circunstancias pasaron por vivencias confusas, donde los padres exigían mucho, y otros familiares cercanos como los abuelos, o tíos les consentían todo.
La terapia psicológica les viene muy bien desde el punto de vista que genera estrategias de crecimiento y evolución para ellos.