Si conoces a alguna persona con la mentalidad siguiente, seguro que se trata de una persona amargada.
Suele estar depresiva y proyecta su negatividad a todo lo exterior, con frecuencia se queja del trato recibido, y habla como una víctima, como si en realidad no tuviera ningún poder de autonomía e independencia.
Es una forma de ser y estar como resultado de un resentimiento, esa es la amargura.
Constantemente se siente disgustada, transmite melancolía, tristeza, aflicción, se encuentra llena de sinsabores y en conjunto de pesimismo y negatividad.
El proceso vivido por una persona así, en parte real e imaginario, implica un resentimiento airado y no perdona, transformándose en ira, dolor, odio...
Y al paso del tiempo el odio termina en amargura, una especie de dolor esencial de corazón.
Este proceso tiene la particularidad de acompañarse de tristeza, malestar, rabia y rencor en la persona que lo sufre, que al fin se convierte en una persona enferma con una cierta crueldad en su corazón, y que hará sufrir también a las personas que tiene cerca.
La terapia psicológica, será el proceso adecuado y necesario para superarlo, así podrá liberarse de esa cárcel de la amargura y vivir con libertad...