Una forma de conocer el estado general del niño, es observarle su relación con el juego. Si está sano y motivado, lo demostrará con su interés, su capacidad de acción, su salud emocional y la evidencia de que sus capacidades intelectuales están activas.
Y continuando con el post de ayer, en el juego el niño se expande. Todo su ser en movimiento, ejercitando su cuerpo y su mente. Los peques, van madurando en la psicomotricidad y organizando y dirigiendo sus extremidades, su cuerpo, sus manos, está desarrollando su potencial para la vida, y llegará a ser así una persona independiente y autónoma.
Cuando juega y aplica su psicomotricidad, está aprendiendo para en un futuro leer, escribir, calcular, y desarrollando estrategias para entender la química, física, biología. Así de sencillo y así de fuerte. Además, en su interacción con sus adultos primero y con los otros niños después, ya va estableciendo las bases del pensar, del sentir y del hacer, para entender a las personas, creándose su propia teoría de la mente, y crecer en la psicología y filosofía de la vida.
El crecimiento y la maduración llegan con el juego, que representa la interacción con el mundo a todos los niveles de la persona, y después de dormir y comer, será la clave del desarrollo. En el juego aplica toda su persona y con ello consigue logros, satisfacciones, alegrías y también aprende a encontrarse con frustraciones y superarlas.
Y el significado que el juego en realidad tiene es tan amplio que se proyecta hacia la trayectoria y alcance de la vida, es el aprendizaje para el mundo, llegando a ser un adulto desenvuelto, y capacitado.
Si los padres y educadores toman consciencia de que es imprescindible para potenciar el desarrollo, fácilmente crearán espacios y tiempos y le darán el valor esencial que tiene para la vida. Cuando el niño juega y si es con sus adultos mucho mejor, desarrolla todo su ser, su futuro y su autonomía e independencia. Ayudarle es regalarle vida.