lunes, 18 de enero de 2016

COMPORTAMIENTO NEGATIVISTA DESAFIANTE / OPPOSITIONAL DEFIANT BEHAVIOUR


Las personas, en especial los niños que lo sufren, no aceptan las propuestas de sus adultos, o de los de la guardería o colegio, se niegan a obedecer y se enfadan y cogen fuertes berrinches.

Y entre los problemas que genera al menor, es que le impide un desarrollo ya que mientras los demás niños acatan las propuestas y van aprendiendo diferentes destrezas, al fin muy beneficioso para seguir su evolución.  

Su terquedad y cerrazón, su desobediencia, el exagerado oposicionismo, le impide aceptar y obedecer las propuestas para un funcionamiento apropiado a su nivel de edad y simultáneamente se va distanciando del conjunto del aula, con lo cual le dificulta en relación a seguir la dinámica del grupo también.

A nivel personal tienen malestar, viven como desequilibrados, discuten, se salen de sus casillas, parece que están rabiosos y contra el mundo, resentido y se quisieran vengar.

También suelen culpar a los adultos de lo que les ocurre, con las rabietas explotan y continúan buscando justificaciones a su comportamiento y con un estado de ánimo "fuera de sí", con mucho enfado.

También puede ser la manifestación de un comportamiento de agresividad hacia sus adultos, los de casa y los de guardería o centro educativo.

Incluso a veces casi es necesario hacerles las propuestas al revés para que acepten.

Literalmente sacan a los adultos cercanos de sus casillas, y con ello los castigos y amenazas se multiplican. A partir de ahí, los comportamientos empeoran. 

Cuando se trata de niños y preadolescentes conviene revisar la dinámica familiar ya que en ocasiones suele ser ese negativismo y oposicionismo el síntoma de otros problemas del sistema familiar.

También conviene descartar otros trastornos de comportamiento, como ansiedad, depresión, fobias e incluso el duelo por el fallecimiento de algún familiar.

Cuando los padres y profesores no consiguen que el niño mejore su actitud en estos comportamientos y se mantienen en el tiempo, cuatro a seis meses, conviene solicitar consulta del psicólogo, antes de que se deterioren más las relaciones y en el menor se instauren trastornos del comportamiento.