Todos estos aspectos, la víctima los cree una y otra vez, siempre perdona y comienza a desarrollar una esperanza de que todo cambiará e irá a mejor.
Pero los comportamientos se repiten, y con ello la violencia va en aumento, “las víctimas tienen un gran sentimiento de lealtad hacia sus maltratadores que relacionado con las culpas les lleva a sentir la necesidad de ayudarlos incluso aunque sepan de antemano que pueden ser agredidos de nuevo”.
A veces las intimidaciones han sido tan contundentes que la víctima ha llegado a recibir amenazas de muerte tanto para sí como para su familia, y hacia la destrucción de sus bienes o patrimonio.
El hecho de que la víctima haya recibido golpes, empujones e incluso en muchas ocasiones se haya llegado a poner una denuncia por malos tratos, y tener que retirarla por estas amenazas, lleva a la víctima a creer que una persona tan destructiva y agresiva y capaz de golpear, puede realmente matarla o matar a los familiares.
Con todo ello, el poder que ejerce la persona violenta sobre la víctima es tan fuerte que la persona maltratada se ve incluida en una trampa, un círculo mortal.
En múltiples ocasiones cuando la víctima se queja a la familia se le dice que es mejor que lo arreglen, que siempre hay que aguantar, o más grave aún, que se metan con las características psicológicas de la víctima, que si tú eres así o de la otra manera.
Y Precisamente esto es un importante detonante para las culpas y por esta razón en múltiples ocasiones la persona agredida psicológica y/o físicamente, cree que es ella la rara y quien está provocando todo. Si además se añade en la relación, que el agresor sufra de celos enfermizos, su potencial agresivo se desboca, desencadenando una fiera agresividad que acabará con la vida de la pareja...(SIGUE)...