sábado, 12 de septiembre de 2015

AMOR MÁS FELIZ / HAPPIEST LOVE



Los valores de cada persona y cada pareja son muy particulares, y aunque hay algunos que importan a la mayoría, cada persona tiene unas prioridades y por ello conviene saber qué piensa el otro y marcando unos objetivos llegarán a acuerdos, que pueden ayudarles a funcionar mejor.

Antes del compromiso, clarificar la importancia de las relaciones íntimas y lo que significa la sexualidad para cada uno.

Qué tipo de relación tiene cada componente de la pareja con su progenitor del sexo opuesto, si es la mujer, qué relación tiene con su padre. O si es el hombre, qué tipo de relación tiene con la madre. Cuando estas relaciones con los padres funcionan favorablemente, es predictor de mejores relaciones entre ambos.

Cómo se posiciona la pareja respecto al dinero, ya que puede ser importante motivo de discusión y es mejor diseñar metas comunes para trabajar juntos.

Si desean tener hijos, y qué tipo de educación prefieren.

El lugar para vivir, mejor el campo, la ciudad.

Otra clave para una vida favorable, se relaciona con la forma de soportar el estrés y la presión. En general en las vidas suele haber periodos así, y no sería conveniente que con esos acontecimientos, uno explotara sobre el otro y descargara en él su nerviosismo.

Es cierto que la vida tiene sus imprevistos y es obvio que no todo se puede planificar, lo importante es compartir las inquietudes e irse posicionando.

Cuidando la balanza, cuando es siempre favorable a uno, el otro puede ser anulado o pasarlo mal. Si hay amor de verdad, se tendrá en cuenta a ambas personas.

El amor valioso, maduro, productivo, lo que es amor sin vínculos enfermizos, tiene unas características, y entre otras se relacionan con mantener esos principios de funcionamiento y así cumplir, o al menos acercarse a los objetivos.

Y uno esencial es el compromiso de mantener la individualidad de cada uno. Amar a alguien no significa perder de su propio ser, sino  continuar creciendo y desarrollándose en la dirección de la propia individualidad.

El amor también implica una especie de misterio, son dos personas que se aman como si fueran uno, sin dejar de ser los dos, sí, dos personas.

Es también propio del amor, ser activo, dar, sentirse con el potencial de poder compartir, de experimentar una energía de vida que entrega, que dispone de una riqueza, le sobra para sí mismo y para dar.

Y comparte dando lo que es su sentimiento de la alegría de vivir y la fuerza de la vida.

Para conseguir un tipo de amor maduro y desarrollado, también se precisa haber alcanzado un equilibrio de personalidad, superar relaciones simbióticas o parasitarias para conseguir confiar en sí mismo, en su potencial humano.

Y en general, atender a unas bases esenciales del amor de pareja como el conocimiento, ya que es difícil amar lo que no se conoce. Las reacciones personales ante algo que se cree amor, sin serlo, serán otros efectos.

El conocimiento implica descubrir e identificar al "otro", y la decisión de quererlo o no.  Otro factor central es el respeto al "otro", a cómo es, a su "sí mismo".

Ni críticas, ni imposiciones, ni exigencias. Ser conscientes de que la otra persona crezca en su dirección, como en realidad es.

Cuando existe la relación así, constructiva, surgen de forma natural los deseos de dar cuidados al “otro”, aportar colaboración, atenciones, de estar pendientes, de ayuda, de sentir la satisfacción por compartir y colaborar en su desarrollo.

A su vez se va generando el sentido de responsabilidad, como decisión propia y voluntaria de cuidar, de responder a las necesidades que vayan surgiendo en la vida del ser amado.

Y todas estos factores combinados los puede aportar la persona que está evolucionada, que ha crecido, desarrollado una independencia y una seguridad.

Quién desea amar de verdad, de forma madura y profunda, siente el compromiso y la responsabilidad de estar atenta a ella misma, a su propio desarrollo, para conocer la realidad de su persona y lo que así podrá compartir con el “otro”.