Continuando con la reflexión del post de ayer, es evidente que las relaciones con los hijos cuando son pequeños, necesitan una gran dosis de paciencia.
Los padres tienen que conseguir mantener la calma y el humor, incluso en situaciones límite. Y eso no es tan fácil.
Para conseguirlo necesitan esos tiempos para ellos mismos, haber descansado y dormido lo suficiente, y no estar agotados por el trabajo. Si se lo proponen, lo consiguen...Siempre se puede mejorar...
En muchas ocasiones en la vida, no es lo que uno quiera, sino lo que pueda. Sin embargo hay también otras situaciones en las que querer, es poder.
Y si hoy se sabe, por ejemplo en los trabajos, que cuando la gente después de mucho estrés, llega a desarrollar el síndrome de "estar quemado", también es cierto que en una familia, puede llegar a ocurrir el proceso equivalente, llegar a "estar quemados"... a este nivel, ya da todo igual... Y cuando hay niños de por medio, eso no puede ser...
Un agotamiento continuado, termina con la paciencia y los padres (sin quererlo, y sin darse cuenta), se vuelven más irritables y negativos. Y al fin se desestabilizan y su estado de ánimo repercute en la interacción con los hijos que reciben contestaciones y frases más agresivas, (violencia emocional).
Los padres son los primeros que sufren, al no poder descansar y tener que trabajar, todo se convierte en problema. Y los pobres no están preparados con la paciencia suficiente, para gestionar a esos simpáticos pequeñines, llenos de energía y deseando comerse el mundo.
Y como en otras situaciones difíciles de la vida, a esos padres que intentan darlo todo por sus hijos, les conviene poner límites a ese modo de vida, y cambiar de hábitos para así conseguir dar lo mejor a esos hijos.
El comienzo es que puedan dormir. Al fin el sueño, es el gran restaurador del sistema. Y así gradualmente se trata de dar prioridad a la calidad de vida de los padres.
En estos últimos años, sí se ha insistido mucho en que con los hijos también es necesario aplicar unos tiempos de calidad. Pensar y decidir como meta y objetivo que los niños necesitan interacciones saludables.
La mente del niño está abierta cada día para aprender cosas nuevas, experiencias diferentes y crear relaciones favorables. No necesita escuchar a un padre o madre cansado decirle:
¿Ya empiezas otra vez como ayer...?
O, quieres que te vuelva a castigar...?
Tienes ganas de enfadarme...
Me estáis volviendo loc@...!
O estás nervios@...?
Todas las expresiones negativas emitidas por los padres, sitúan a la mente del niño en un contexto psicológico negativo. Es como si se le estuviera estimulando y retando para que de nuevo se repitan los peores patrones de comportamiento...
Los niños cada día tienen sabia nueva, se les puede llevar su mente a una zona de desarrollo y crear allí un ambiente constructivo, de ilusión, de ocio, de juego, de logros... en conjunto, crearles unas energías favorables de alegrías y aprendizajes.
...Volver al drama...del berrinche de ayer...?
...Para qué...?
Los padres pueden proponerse la mejor meta para desarrollar unos hijos saludables:
FIJARSE SIEMPRE EN LO POSITIVO.....Y ESO SERÁ MULTIPLICATIVO...Y GENERA HIJOS FELICES...
Y SOBRE TODO...PADRES MÁS FELICES...