El
proceso normal del enamoramiento se relaciona con una situación en la que una
persona comienza sintiendo simpatía por otra para después pasar a una atracción
inocente, o no tanto, y se comienza a idealizar hasta llegar a convertir al
otro en un ser divino. Entonces el individuo se cierra al amor cegándose.
Incluso se dice que el amor es ciego cuando incapacita para hacer un análisis realista de la situación, cuando se proyectan en la otra persona todas las ilusiones, cuando se cree que es la única persona que puede dar la felicidad.
Si este proceso es muy rápido, se le denomina flechazo amoroso, lo cual es síntoma de inmadurez afectiva porque la evolución madura es probable que sea lenta y progresiva.
Sea como fuere, este debe ser un proceso pasajero para culminar en un amor maduro entre dos personas independientes que se desean, se aman, se respetan y comparten muchos aspectos en común y a la vez disfrutan de autonomía. Sin embargo, existen personas que no superan la etapa de la ceguera, las personas dependientes.
Obsesionarse por una persona o una relación es síntoma de adicción. Puede darse porque el individuo se siente tan necesitado, tan inseguro que se aferra a esa persona como si fuera su salvación.
No es el deseo normal de unión sino de una necesidad poderosa, insaciable, que distorsiona su sentido de la realidad. Esto le lleva a una relación obsesiva de posesión, donde cualquier pequeña discusión la percibe como si fuera un profundo rechazo. La adicción al amor implica sufrimiento.
Normalmente son personas que han desarrollado en su vida un profundo miedo al abandono, y por eso a la hora de enamorarse son posesivas y celosas, con excesiva sensibilidad a la crítica y al rechazo. Esto explica algunos casos de maltrato, donde la mujer es capaz de soportar cualquier vejación antes de elegir poner fin a la relación, su temor es el de ser abandonada.
Las personas con baja autoestima son más proclives a la dependencia, y a la necesidad de vivir con alguien para sentirse seguros. Entre las diversas formas de adicción al amor, se encuentra el amor a una persona, como un amante, un hijo... este tipo de adicción conlleva el no poder vivir independientemente de la otra persona, sentir que es posesión.
Este tipo de adicción es santificada por nuestra cultura (¡cómo le quiere!), cuando en realidad no es más que egoísmo camuflado. Si realmente buscas el bien de otra persona, le dejas ser independiente que es lo necesario psicológica y biológicamente. El padre sufre este tipo de adicción hacia su hijo, se disgusta por su independencia y piensa que es un desagradecido.
Incluso se dice que el amor es ciego cuando incapacita para hacer un análisis realista de la situación, cuando se proyectan en la otra persona todas las ilusiones, cuando se cree que es la única persona que puede dar la felicidad.
Si este proceso es muy rápido, se le denomina flechazo amoroso, lo cual es síntoma de inmadurez afectiva porque la evolución madura es probable que sea lenta y progresiva.
Sea como fuere, este debe ser un proceso pasajero para culminar en un amor maduro entre dos personas independientes que se desean, se aman, se respetan y comparten muchos aspectos en común y a la vez disfrutan de autonomía. Sin embargo, existen personas que no superan la etapa de la ceguera, las personas dependientes.
Obsesionarse por una persona o una relación es síntoma de adicción. Puede darse porque el individuo se siente tan necesitado, tan inseguro que se aferra a esa persona como si fuera su salvación.
No es el deseo normal de unión sino de una necesidad poderosa, insaciable, que distorsiona su sentido de la realidad. Esto le lleva a una relación obsesiva de posesión, donde cualquier pequeña discusión la percibe como si fuera un profundo rechazo. La adicción al amor implica sufrimiento.
Normalmente son personas que han desarrollado en su vida un profundo miedo al abandono, y por eso a la hora de enamorarse son posesivas y celosas, con excesiva sensibilidad a la crítica y al rechazo. Esto explica algunos casos de maltrato, donde la mujer es capaz de soportar cualquier vejación antes de elegir poner fin a la relación, su temor es el de ser abandonada.
Las personas con baja autoestima son más proclives a la dependencia, y a la necesidad de vivir con alguien para sentirse seguros. Entre las diversas formas de adicción al amor, se encuentra el amor a una persona, como un amante, un hijo... este tipo de adicción conlleva el no poder vivir independientemente de la otra persona, sentir que es posesión.
Este tipo de adicción es santificada por nuestra cultura (¡cómo le quiere!), cuando en realidad no es más que egoísmo camuflado. Si realmente buscas el bien de otra persona, le dejas ser independiente que es lo necesario psicológica y biológicamente. El padre sufre este tipo de adicción hacia su hijo, se disgusta por su independencia y piensa que es un desagradecido.
Si esta dependencia es recíproca, es muy difícil evolucionar en la vida, como el hijo que vive con su madre toda la vida; otro tipo de adicción puede ser a una relación, hay personas adictas a la idea de tener una relación. Están más enamorados de la idea de tener pareja que de la persona.
Existen dos tipos, los que rompen y reinician relaciones, y los que se aferran a los efectos satisfactorios de su relación, como ejemplo, cuando dicen, te odio pero no puedo dejarte. Muchas parejas se mantienen unidas por otras muchas otras razones y no por amor. Otros sujetos presentan adicciones al romance, viven tentados por el ligue, la aventura, la pasión.
Se preocupan por los rituales románticos como las citas, cenas, sexo en lugares infrecuentes... toda la parafernalia tentadora del romance pasajero.
Esta adicción suele ser el resultado de la fantasía, el infantilismo, el subdesarrollo afectivo. Buscan la seducción, la conquista, pero luego se cansan. Son inmaduros que suelen ser considerados ídolos sociales.
A pesar de todo, en psicología, cuando la persona lo intenta, puede superar las propias limitaciones, incrementar la confianza en sí mismo y alcanzando más seguridad, desarrollar su autonomía e independencia.