Para una comunicación poderosa, es preciso aprender a gestionar los silencios. El silencio permite al oyente interiorizar lo que acaba de escuchar y al hablante analizar y asimilar para que calen más profundo las últimas palabras de su discurso.
Los silencios son comunicación dentro de las relaciones.
A veces las personas que hablan al estar en tensión, emiten frases una detrás de otra con toda rapidez, sin casi tiempo para respirar. La gente con más seguridad, habla y presta atención a cómo impactan sus palabras en el interlocutor, permite ese tiempo para pensar y que la pareja perciba con mayor amplitud.
El silencio sirve para puntuar sobre el tono emocional de lo que se está hablando, para un descanso entre pensamientos diferentes o para remarcar palabras importantes.
También añade profundidad, reflexión y autenticidad al discurso. Hablar rápido, atropellado y sin pausas da la impresión al oyente de que la otra persona está nerviosa, insegura y que no está cómoda o expresa ideas sin profundidad o superficialidad, de vacío repetitivo. También a veces las personas tímidas necesitan acabar cuanto antes.
Los silencios sirven para observar a la pareja, identificar cuales son sus estados de ánimo y como está percibiendo al hablante y las palabras que dice.
Cuando el oyente percibe silencios, está más atento a lo que después habla la pareja.
Entre otros aspectos, las pausas sirven para remarcar palabras, frases, cambio de ideas, observación del interlocutor y su estado de ánimo. Transmiten la seguridad y confianza del hablante y contribuyen a una comunicación más eficaz.
Y en muchas ocasiones, los silencios hablan más que las palabras.