Las personas y las parejas generan sus propios
significados en sus vidas, algo propio, copiado de otros, y de la sociedad. La
gente crea supuestos, fantasías y esquemas mentales falsos.
Y la sexualidad y
relaciones son un campo muy sensible, rodeado de inseguridades, temores. Tal vez alguna
historia que se oyó, o tuvo experiencias y llegó a conclusiones fantasmagóricas. Por ello
importa mucho librarse de mitos, y aprender a actuar fluyendo con la situación,
nada de expectativas sublimes, que traen posteriormente muchas decepciones.
Lejos
de creencias falsas, un valor esencial es saber vivir en el aquí y ahora, ni
antes, ni después. Quien paladea una bebida exquisita la siente, mientras está
tomando la copa y observando el color, la acerca y percibe su aroma,
transparencia, su densidad.
Cuando va bebiendo e introduciendo despacito la
bebida en su boca, y sus labios se impregnan del líquido, su boca lo
recibe, y su lengua saborea. Suavidad, texturas, emociones sensoriales
gustativas y olfativas se despliegan. Y todas las sensaciones unidas llevan a la
mente y al ser, la maravillosa sensación del placer de la bebida.
Es la percepción
del momento la que acompaña a su sentir. Es la vivencia presente del baile
sensual, y sexual, la que otorga el máximo placer. Los que alcanzan la dicha
del poder del presente, poseen las mieles del secreto menos conocido del culmen
sexual, “necesita de los sentidos y se transfiere mediante los sentidos”.
Una
de las claves que descubre a veces la gente, después de la experiencia
enriquecedora de la vida, es que en el disfrute del amor, es preferible no
marcarse objetivos, como ocurre en ocasiones con las parejas que desean tener
en cada encuentro múltiples orgasmos, y si no lo consiguen el asunto no marcha.
El amor es la esencia de la vida, y la vida es aquello que se va desplegando
constantemente ante la persona. A veces se propone uno objetivos muy
torturantes, como los orgasmos múltiples.
Sería como tener que dar cuenta de
una alta productividad para estar contento y satisfecho, y así convencerse y pensar
que se ha gustado a la pareja y que uno está en una forma plena.
Parece que se
está hablando de productividad animal, o económica, de rendimientos empresariales,
al fin unos campos no muy relacionados con el amor. Cuando una pareja persigue
orgasmos múltiples, puede que no esté en su momento más saludable.
Las personas
en sus sentimientos no son productividad. El amar y el sentir no precisan de
una situación multiorgásmica, más bien la evolución y madurez son el amor
espontáneo, creativo, sintiendo a la pareja como persona en plenitud,
reconociéndola y siendo reconocido.
El amor de calidad, es cualitativo, son los
sentimientos que se desprenden y estimulan de “lo compartido”. El sentir la
experiencia conjunta del placer del amor. Perseguir el objetivo de muchos
orgasmos cada vez, sería como tratar de comer una y otra vez después de haber
comido.
Parece que la insatisfacción por las carencias y la escasa calidad de
lo habido o tenido, lleva a la necesidad de repetición. Al fin, si es para
completar vacíos y un sentir distorsionado, más orgasmos en cada encuentro no
lo lograrán.
Es demasiado fuerte "el ser de la persona" como para
engañarlo con uno, dos o tres más. La esencia de plenitud del amor,
placentero y satisfecho, disfruta compartiendo el encuentro con el ser del
otro, cuando hubo calidad del encuentro de cuerpos, mentes y almas, no se
produce esa angustia y obsesión por repetir.
Como tampoco la hubo por terminar
rápido para volver a empezar. Y si en un punto determinado del encuentro,
cuando los cuerpos, mentes y almas al unísono van a la dinámica de una nueva
fusión, otra conjunción, será maravillosa la bienvenida y acogida.
Disfrutando
lo que fluye, y a la vez con la inmensidad del todo transformado. Un nuevo
toque transcendente e irrepetible, creado para los estados presentes de las dos
personas. Amor pleno.