Todos estos aspectos, la víctima los cree una y otra vez,
siempre perdona y comienza a desarrollar una esperanza de que todo cambiará e
irá a mejor.
Pero los comportamientos se repiten, y con ello la violencia
va en aumento, “las
víctimas tienen un gran sentimiento de lealtad hacia sus maltratadores que
relacionado con las culpas les lleva a sentir la necesidad de ayudarlos incluso
aunque sepan de antemano que pueden ser agredidos de nuevo”.
A veces las intimidaciones han sido tan contundentes que
la víctima ha llegado a recibir amenazas de muerte tanto para sí como para su
familia, y hacia la destrucción de sus bienes o patrimonio.
El hecho de que la
víctima haya recibido golpes, empujones e incluso en muchas ocasiones se haya
llegado a poner una denuncia por malos tratos, y tener que retirarla por estas
amenazas, lleva a la víctima a creer que una persona tan destructiva y agresiva
y capaz de golpear, puede realmente matarla o matar a los familiares.
Con todo
ello, el poder que ejerce la persona violenta sobre la víctima es tan fuerte
que la persona maltratada se ve incluida en una trampa, un círculo mortal.
En
múltiples ocasiones cuando la víctima se queja a la familia se le dice que es
mejor que lo arreglen, que siempre hay que aguantar, o más grave aún, que se
metan con las características psicológicas de la víctima, que si tú eres así o
de la otra manera.
Y Precisamente esto es un importante detonante para las
culpas y por esta razón en múltiples ocasiones la persona agredida psicológica
y/o físicamente, cree que es ella la rara y quien está provocando todo. Si
además se añade en la relación, que el agresor sufra de celos enfermizos, su
potencial agresivo se desboca, desencadenando una fiera agresividad que acabará
con la vida de la pareja.
En muchos casos de muertes por violencia doméstica y
de género, los celos activan el golpe final. Por todo ello, la sociedad, se
tiene que movilizar para tomar consciencia de que muchos casos se evitarían, si
las personas conocieran y anticiparan al menos el potencial de agresividad,
impulsividad y violencia mortal que encierran los asesinos.
Y en muchas
ocasiones sí es una muerte anunciada, como explica Marie France Hirigoyen, el
violento no lo es de un momento para otro. Es un perfil, una forma de ser y de
actuar que ha venido delatándose durante periodos de tiempo con sus
actuaciones.
Ojalá desde los diferentes ámbitos de la sociedad, se pueda
conocer la envergadura del problema y desde todos los sectores, ayudar a que
las personas sean conscientes de lo que en realidad implica el complejo
problema de la Violencia Doméstica y de Género, para intervenir a tiempo, no
solo son las muertes de personas inocentes, sino de familias sufriendo para
siempre con el dolor por la pérdida de alguien que amaban, de familias que
tienen que continuar viviendo con su corazón partido.
Con todos los respetos y
consideración a la familia de María Isabel Fuentes Fernández, que este hecho
desgraciado, sirva para transformar a la sociedad y se generen las acciones
conjuntas, longitudinales y transversales para que esto se evite.