Los padres, en general, constantemente están proyectando lo que ellos sienten y piensan en sus hijos. Conviene entender que aunque sea un hijo propio, es muy diferente a uno. No es una fotocopia. El hijo nace como una persona singular, irrepetible, un ser humano específico. Es natural que sí vayan adquiriendo puntos de vista y creencias sobre el mundo y sobre la vida y en algunos puede que coincidan con su familia, y en otros muchos, tal vez no.
Y por otra parte con toda la información que van recibiendo del mundo escolar, de los medios de comunicación, de los otros niños, van configurando sus propios pensamientos. Con todo ello, van creciendo como es natural, a su manera.
Y eso algunos padres no lo ven. Creen que su hijo es una prolongación de ellos, como si fuera ellos en pequeñito. De ahí que en múltiples ocasiones cuando el niño discrepa, con otras preferencias y otros puntos de vista, los padres sufren ya que es posible que piensen que no les quiere.
Confunden el que tengan otros puntos de vista diferentes, con el amor por ellos: si existen diferencias, sienten con frecuencia que no son queridos. Se sienten rechazados y no amados. Este patrón de comportamiento, muy familiar, se repite en diferentes situaciones de la vida diaria.
Los padres cuando observan algún tipo de oposicionismo y discrepancia respecto a sus opiniones, y lo interpretan como un "no me gusta tu opinión", luego "no me gustas tu", o "no te quiero" y al percibir en el hijo ese otro punto de vista y con ello al sentirse no queridos, sufren, creen que se les rechaza, se sienten desgraciados.
Como ejemplos cotidianos:
Caso de la alimentación, se empeñan a veces en que el niño tiene que comer toda la cantidad que le pongan en el plato, aunque el niño ya esté muy lleno. Y así puede que comience una historia de obesidad, o de trastornos de la alimentación.
Y en los otros aspectos del día a día, el padre razona y se esfuerza muchísimo para convencer a los hijos de que tengan su mismo punto de vista, en consecuencia el niño se siente más raro, o que lo suyo no vale tanto y quien sabe¡ puede que vaya creciendo con baja autoestima.
Cuando el niño crece y se hace un jovencito, a veces esos padres con escasa empatía y desconocimientos sobre la psicología evolutiva, llegan a extremos problemáticos con los hijos:
-"mientras estés en esta casa, aquí el que manda soy yo",
-o "aquí el que tiene la razón soy yo", parece mentira que el padre aún siendo mayor todavía no haya descubierto que cada ser humano tiene sus razones, afortunadamente. Que no existe una única razón, y que ser flexibles y empáticos para entender el sano, natural diferente punto de vista de los hijos, es una suerte.
A los señores padres, como sugerencia, les conviene entender que sí, es muy saludable tener diferencias, y por supuesto, a la vez querer mucho los padres a hijos e hijos a los padres...!!!
Y por otra parte con toda la información que van recibiendo del mundo escolar, de los medios de comunicación, de los otros niños, van configurando sus propios pensamientos. Con todo ello, van creciendo como es natural, a su manera.
Y eso algunos padres no lo ven. Creen que su hijo es una prolongación de ellos, como si fuera ellos en pequeñito. De ahí que en múltiples ocasiones cuando el niño discrepa, con otras preferencias y otros puntos de vista, los padres sufren ya que es posible que piensen que no les quiere.
Confunden el que tengan otros puntos de vista diferentes, con el amor por ellos: si existen diferencias, sienten con frecuencia que no son queridos. Se sienten rechazados y no amados. Este patrón de comportamiento, muy familiar, se repite en diferentes situaciones de la vida diaria.
Los padres cuando observan algún tipo de oposicionismo y discrepancia respecto a sus opiniones, y lo interpretan como un "no me gusta tu opinión", luego "no me gustas tu", o "no te quiero" y al percibir en el hijo ese otro punto de vista y con ello al sentirse no queridos, sufren, creen que se les rechaza, se sienten desgraciados.
Como ejemplos cotidianos:
Caso de la alimentación, se empeñan a veces en que el niño tiene que comer toda la cantidad que le pongan en el plato, aunque el niño ya esté muy lleno. Y así puede que comience una historia de obesidad, o de trastornos de la alimentación.
Y en los otros aspectos del día a día, el padre razona y se esfuerza muchísimo para convencer a los hijos de que tengan su mismo punto de vista, en consecuencia el niño se siente más raro, o que lo suyo no vale tanto y quien sabe¡ puede que vaya creciendo con baja autoestima.
Cuando el niño crece y se hace un jovencito, a veces esos padres con escasa empatía y desconocimientos sobre la psicología evolutiva, llegan a extremos problemáticos con los hijos:
-"mientras estés en esta casa, aquí el que manda soy yo",
-o "aquí el que tiene la razón soy yo", parece mentira que el padre aún siendo mayor todavía no haya descubierto que cada ser humano tiene sus razones, afortunadamente. Que no existe una única razón, y que ser flexibles y empáticos para entender el sano, natural diferente punto de vista de los hijos, es una suerte.
A los señores padres, como sugerencia, les conviene entender que sí, es muy saludable tener diferencias, y por supuesto, a la vez querer mucho los padres a hijos e hijos a los padres...!!!