Carolyn Vash, psicóloga que trabaja en el área
de la minusvalía, es ella misma una persona paralítica. Escribió un libro sobre
psicología de la minusvalía dónde hay un capítulo títulado: "Transcender -
La minusvalía como experiencia de crecimiento". En él, Vash explica tres
niveles de asimilación de la deficiencia: en el 1, la persona reconoce los
hechos y las dificultades de ahí resultantes, se enfada mucho y considera la
deficiencia como una tragedia, teniendo un significado negativo. En el nivel 2,
la persona reconoce los hechos y sus consecuencias y los acepta sin un
sentimiento de pérdida, adaptando su vida a estos hechos y aceptando lo que ha
pasado sin mayores enfados, considerando la deficiencia como un inconveniente a
tener en cuenta. En este nivel, la desgracia tiene un significado neutro. Y en
el nivel 3, al que sólo algunas personas llegan, se considera que sin la
experiencia de la deficiencia no se sería como es; que la experiencia de la
deficiencia ha sido un catalizador para transformarse y crecer.
Vash siente la necesidad de advertir que este tercer nivel no es una racionalización, como muchas veces es interpretado, ni una mentira piadosa, o una broma. En este nivel, "la deficiencia, es vista como una oportunidad para aprender... y tiene UN SIGNIFICADO positivO... En la medida en que aprendemos del dolor, la deficiencia es una excelente oportunidad para aprender" (Vash, 1988). A eso queríamos llegar: a que todas las experiencias de la vida nos pueden brindar oportunidades de crecimiento, incluso aquellas identificadas con el dolor. Lo que se necesita, es la actitud dirigida hacia la apertura y aceptación de la experiencia que la vida nos trae, sacando de ella los elementos para nuestro crecimiento como personas.
Todo lo anterior “no es una propuesta de búsqueda intencional del sufrimiento”. Es considerar el sufrimiento como una parte inevitable de la vida, del cual no podemos escapar, pero que, si estamos abiertos para ello, podemos aprender y crecer.
Viktor Frankl ha advertido muchas veces en sus escritos que no se debía explicar una valiosa experiencia humana reduciéndola a niveles de una dimensión inferior a la que realmente pertenece. Es el peligro del reduccionismo y un trastorno masoquista, que limitaría la capacidad de aprender y crecer que lleva consigo “la experiencia del sufrimiento” y que pertenece a la dimensión noógena del ser humano.
Y la grandeza del ser humano, no puede limitarse a una experiencia compuesta de racionalizaciones que pertenecen a lo inferior, sino al nivel espiritual que es donde está la transcendencia para elevarse y desplegar lo más hermoso del ser.
Poder ver aspectos positivos en una enfermedad no es fácil. “Es un desafío para el paciente no permitir que la enfermedad interrumpa, en vida, su vivir. Por otra parte, también es un reto para el terapeuta ayudar al paciente a encontrar medios para vivir su vida con dignidad y significado hasta su final. Las palabras de Martin Luther King, con que Bayés (1991,) termina su libro de psicooncología, son un canto por la vida y una fuente de inspiración sobre la importancia de no dejarnos paralizar por un hecho, por más dramático que éste sea: “Aunque mañana el mundo tuviera que desaparecer yo seguiría plantando mi manzano”. (SIGUE...)
Vash siente la necesidad de advertir que este tercer nivel no es una racionalización, como muchas veces es interpretado, ni una mentira piadosa, o una broma. En este nivel, "la deficiencia, es vista como una oportunidad para aprender... y tiene UN SIGNIFICADO positivO... En la medida en que aprendemos del dolor, la deficiencia es una excelente oportunidad para aprender" (Vash, 1988). A eso queríamos llegar: a que todas las experiencias de la vida nos pueden brindar oportunidades de crecimiento, incluso aquellas identificadas con el dolor. Lo que se necesita, es la actitud dirigida hacia la apertura y aceptación de la experiencia que la vida nos trae, sacando de ella los elementos para nuestro crecimiento como personas.
Todo lo anterior “no es una propuesta de búsqueda intencional del sufrimiento”. Es considerar el sufrimiento como una parte inevitable de la vida, del cual no podemos escapar, pero que, si estamos abiertos para ello, podemos aprender y crecer.
Viktor Frankl ha advertido muchas veces en sus escritos que no se debía explicar una valiosa experiencia humana reduciéndola a niveles de una dimensión inferior a la que realmente pertenece. Es el peligro del reduccionismo y un trastorno masoquista, que limitaría la capacidad de aprender y crecer que lleva consigo “la experiencia del sufrimiento” y que pertenece a la dimensión noógena del ser humano.
Y la grandeza del ser humano, no puede limitarse a una experiencia compuesta de racionalizaciones que pertenecen a lo inferior, sino al nivel espiritual que es donde está la transcendencia para elevarse y desplegar lo más hermoso del ser.
Poder ver aspectos positivos en una enfermedad no es fácil. “Es un desafío para el paciente no permitir que la enfermedad interrumpa, en vida, su vivir. Por otra parte, también es un reto para el terapeuta ayudar al paciente a encontrar medios para vivir su vida con dignidad y significado hasta su final. Las palabras de Martin Luther King, con que Bayés (1991,) termina su libro de psicooncología, son un canto por la vida y una fuente de inspiración sobre la importancia de no dejarnos paralizar por un hecho, por más dramático que éste sea: “Aunque mañana el mundo tuviera que desaparecer yo seguiría plantando mi manzano”. (SIGUE...)