Se deriva de la palabra francesa “frotter”,
la traducción es “rozar”. Frotarse y rozar contra el cuerpo de otra
persona intentando disimularlo y pasar desapercibidos. Se trata de un tipo de
vivencia, que forma parte de los comportamientos relacionados con lo sexual,
donde el cúlmen de la excitación no es copular, sino otro tipo de experiencias,
y se denominan parafilias.
Quien practica el froteurismo, tiene la
imperiosa necesidad de excitarse y suele frecuentar lugares abarrotados de
gente para así conseguir sus fines, excitarse sexualmente rozando con sus
genitales a otras personas, bien en sus partes eróticas o en otras cercanas, procurando
que la víctima no se dé cuenta, aunque a veces se acercan demasiado y la gente
puede notar que le rozan pero al haber tanto público lo atribuye a algún
empujón inocente, o no.
Las víctimas suelen dudar de la intención del sujeto.
También el froteur procura tocar con disimulo a la víctima en sus partes o en
zonas del cuerpo que puede, manoseando.
Ello también les produce una gran
excitación, llegando a unos niveles instantáneos de erotismo muy altos y
produciéndoles una vehemente necesidad de sexo. Lo frecuente es que a veces se
masturban a continuación, en el primer baño que localicen en la zona, o la
sensación y memoria de los contactos o roces vividos se les mantiene hasta
encontrar el lugar idóneo.
En general, para conseguir rozar a la presa
acostumbra a acudir a lugares masificados, cines, conciertos, discotecas,
centros comerciales y deportivos, autobuses y transportes públicos en general.
En las celebraciones religiosas, iglesias, procesiones, colas, calles donde
circula mucho público..., todos los lugares donde pueda haber masificaciones,
son atractivas para llevar a cabo su obsesión y pasión.
Son conscientes de ello
y se dan cuenta de las limitaciones que tienen para desarrollar y aplicar su
potencial sexual, y ello les genera ansiedad y preocupación.
Pueden pasar años
hasta que van a terapia y por fin a veces se deciden a solucionar sus
problemas.
En consulta se observa su timidez e inmadurez para las relaciones
humanas adultas, falta de confianza y mucha inseguridad, falta de autoestima y
una imagen de sí mismos muy negativa, a lo cual además hay que sumar la
consciencia de enfermedad que aportó la propia parafília, de autopercibirse
como anormales.
A la hora de practicar la sexualidad con personas cara a cara,
en el encuentro entre adultos, les suele ser dificultoso. Otras veces son
personas que están viviendo en pareja, y/o casados y aparte necesitan
satisfacerse de esta forma.
Si bien algunas investigaciones sugieren que la
mayoría se encuentran en el rango de edades entre unos quince a veinte años, la
realidad es que si no lo superan permanece siempre, de hecho abundan los mayores
que lo practican.
Van paseando por las zonas donde se encuentren los lugares de
aglomeraciones y se lanzan allí como pueden, suelen ser hombres, llevan su
mochila o bolso como escudo para en caso de ser descubiertos y disimular como si el roce se produjo con el
bolso.
Sus ropas preferidas son pantalones de tela finita y sin ropa interior,
y llegado el momento no discriminan quién es la persona a quien le están
rozando, si es mujer, hombre, aunque prefieren a las mujeres.
Los tipos
predominantes, van desde el que exclusivamente utiliza el frotismo como su
única vía sexual.
Otros practican el
frotismo y aparte tienen relaciones con su pareja, y los que lo utilizan como
un tipo más de excitación sexual.
Y dentro de esto hay variaciones, los menos
exigentes y se rozan en cualquier persona y otros en determinadas
circunstancias y según qué tipo de características observen en las mujeres.
Sí
es evidente su incapacidad y escasa soltura para construir relaciones y
conseguir un tipo de intimidad adulta y madura donde se llegue a cultivar la
relación de pareja y ambos puedan participar y elegir.