Las repercusiones de la violencia emocional, son destructivas para el niño, les convierten en personas con más miedo, viviendo en un estado mental de más confusión porque no saben ni acaban de entender lo que les pasa, ni lo que pasa.
Por ello, ese daño invisible, les produce una desestabilización psicológica, no pudiendo poner palabras para describirlo, viven imposibilitados para entenderlo. Lo que les queda es sufrir las consecuencias.
Sufre síntomas de estrés y ansiedad, con falta de energía y fatiga, alteraciones en el sueño, ahogo, dolores de cabeza, dificultades para comer. Dolores corporales, vómitos.
Destruye su autoestima porque sabe que son despreciables y que no satisfacen los deseos de sus padres, no siendo lo que ellos habían esperado.
Viven un estado mental de confusión, sintiéndose culpables por haber decepcionado a sus padres, por ello tienen más dificultades para aprender. Y el hecho de no sentirse suficientemente buenos para sus padres, contribuye en ellos a crearse una imagen negativa de sí mismos, y van creciendo con falta de seguridad.
En otras ocasiones se sienten culpables y sin autoestima porque creen que a sus padres les producen vergüenza por cómo son, y al fin crecen con dificultades para las relaciones sociales y la interacción.
Los niños, al crecer emocionalmente inestables, pueden llegar a tener auto agresiones físicas, ingesta de sustancias, comportamientos agresivos, puesto que todo ello les ha producido importantes dificultades en el control de impulsos.
En otras ocasiones sienten la necesidad de ser muy amables, obedientes y sumisos con el fin de evitar la violencia que desde tan pequeños han estado viviendo...(SIGUE)...