Si en algún componente de tu ser, te conviene poner atención, es en la memoria selectiva. Es la encargada de elegir tus recuerdos y vivencias, y por cierto, sobre la que tú mandas, si así lo decides.
Con el impacto emocional producido por algunas experiencias negativas, parece que permanecen fijadas en nuestra mente y sirven para tener al día, aquellos disgustos y problemas del pasado.
Lo peor es que envenenan el aquí y el ahora, y sirven para cargar la mochila de un peso nefasto. Bien al crecer el resentimiento, odio o rencor, todo ello gasta tanta energía que el presente de la vida queda intoxicado.
Repercute tan negativamente en las emociones que finalmente desencadenan enfermedades psicológicas, entre ellas la depresión. Una forma definitiva de negarse la felicidad.
Las vivencias negativas sobre todo sirven para aprender, cambiar las actitudes o hábitos que no benefician y así continuar mejorando.
Los recuerdos bonitos, gratificantes y agradables, que la memoria selectiva evoca en el presente, regalan energía, satisfacciones y fueza para la vida. Y es ahí dónde la memoria elabora un proceso de trabajo esencial.
Tener lo mejor que se ha vivido en un continuo presente, es el gran regalo que una persona se puede dar, para estimular sus potenciales y ser feliz.